Medidas cambiarias y dolarización (II).

Se recomienda leer sobre este mismo tema: Dólar de guerra y conciencia. disponible en: http://ojopelao.com/alfredo-oliva-dolar-de-guerra-y-conciencia/

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El dólar y el frente externo de la guerra económica

En la nota anterior inmediata a ésta, comentaba que la polémica actual por el tipo de cambio, la asignación de divisas y las medidas cambiarias, expresa en lo que tiene de más superficial (en el buen sentido del término) la confrontación natural que toda materia como está implica, pero que también el peligroso nivel que ha alcanzado la estrategia de dolarización por la vía de hecho que se intenta sobre la economía venezolana.

Por dolarización de hecho de la economía venezolana entiendo, en primer lugar, la pretensión de reducir toda la problemática económica nacional al hecho de si el gobierno “abre” o “cierra” el flujo de dólares para el “buen” funcionamiento de la economía, utilizando como vara de medición los criterios del sector privado  incluyendo a los particulares, que hacen uso de los mismos para fines que van desde salud hasta viajes de placer y el contrabando. Esta es, si se quiere, la parte más visible y a la vez insensata del asunto, donde el tema del dólar pasa a fungir de subterfugio, de velo ideológico detrás del cual se intenta encubrir la dinámica y problemas reales de nuestra economía, pero lo que es peor, naturalizar dicha dinámica, que en efecto consiste en la capacidad que tiene la burguesía nacional y transnacional de engullirse la renta petrolera.

Pero en segundo lugar, por dolarización hay que entender la pretensión complementaria de hacer girar tanto la economía como la vida en general del país en torno al dólar. Se dirá que en razón de la condición rentística eso siempre ha sido más o menos así y es cierto, pero se trata de llevarlo a un nuevo nivel donde toda autonomía en materia de política económica por pequeña que sea quedaría anulada y donde el Bolívar pasaría a tener en el mejor de los casos (en el caso que sobreviva) un papel marginal y secundario, mientras que las funciones de reserva de valor y unidad de cuenta corresponderían al dólar. Bajo este esquema, pudiera ser que todavía el bolívar se use como medio universal de pago, pero un medio que no tendría valor más allá de su convertibilidad al dólar, lo que a la larga generaría un situación bajo la cual lo que quedaría sería oficializar la dolarización dándole curso legal exclusivo a la moneda norteamericana, tal y como ocurrió en Ecuador y El Salvador.   

En nuestra nota anterior también comentábamos que más allá de lo que se observa en la práctica, esta es una posibilidad que viene siendo vendida en el imaginario nacional por diversos actores de las más diversas tendencias políticas. Citábamos el caso de los articulistas que escriben sobre ello en APORREA, pero podemos citar como ejemplo de otras aceras un artículo de noviembre del año pasado publicado por Eduardo Mayobre en El Nacional titulado justamente “Dolarización”.

Pero antes de ver lo que decía Mayobre, es bueno dejar claro a quién nos estamos refiriendo, entre otras cuestiones porque su caso es una muestra bastante fiel de la naturaleza de la fauna opinadora local, bien amparada como está por la amnesia y las complicidades. En la breve reseña que de él se puede leer en El Nacional dice lo siguiente: “Filósofo y economista. Fue viceministro de Hacienda y director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial”. Ahora bien, lo que no se dice es que dicho viceministerio lo ejerció bajo las órdenes de Jaime Lusinchi y Blanca Ibáñez, “gobierno” durante el cual fue además jefe de la ONAPRE y del Instituto de Comercio exterior[1]. Así las cosas, lo que tampoco se dice en la reseña es que como tantos otros funcionarios de dicho gobierno le fue dictado auto de detención por el caso RECADI, tal y como se puede constatar entre otras fuentes consultando el libro publicado por periodistas de El Nacional –el mismo periódico donde ahora es columnista estrella- RECADI: La Gran Estafa, donde aparece nombrado en varios capítulos. Luego de esa pasantía estelar por uno de los gobiernos más corruptos y decadentes de la historia universal, Mayobre fue presidente del Banco República, perteneciente nada más y nada menos que al Grupo Latinoamericana Progreso de Orlando Castro, hasta su desaparición en 1996 en la vorágine desencadenada por la quiebra del Latino.

El caso es que Mayobre- desde el punto de vista del prontuario al menos ciertamente muy calificado para hablar de dólares – dice lo siguiente sobre la dolarización:

La pérdida de valor de la moneda nacional o, lo que es lo mismo, la inflación ha conducido a los venezolanos y a los factores económicos a procurar contar con la menor cantidad posible de bolívares fuertes. No porque quieran ser pobres, sino porque prefieren que la mucha o poca riqueza que posean no pierda su valor. Por ello, tan pronto como pueden convierten sus bolívares en harina de maíz, azúcar, queso, licores, carros, inmuebles u obras de arte, convencidos de que cualquiera de esos bienes mantendrá un mayor valor que sus billetes o depósitos bancarios.

A tal actitud los economistas la llaman “falta de demanda de dinero”. Se entiende que no es falta de demanda de cualquier moneda, sino de esta moneda específica, la que intenta glorificar el nombre del Libertador Simón Bolívar. Porque, como contraparte de la debilidad de la demanda de moneda nacional, la demanda de las monedas convertibles crece desmesuradamente. En nuestro caso, particularmente la demanda del dólar norteamericano: la divisa del imperio.

(…) En Venezuela estamos viviendo actualmente un caso de dolarización de hecho. El bolívar se utiliza solo para transacciones menores, como pagar el autobús, mientras los precios de la mayoría de los productos están relacionados con el valor del dólar. Para tratar de que esto no suceda el gobierno recurre a medidas represivas ineficaces, que acentúan la dolarización y la desaparición del bolívar como moneda. Siguiendo un precedente histórico, Sucre murió primero, después Bolívar.”

En efecto, lo que el autor describe es la operación que desde sectores ligados al capital financiero especulativo y a la corrupción se viene impulsando de desplazamiento del bolívar como moneda nacional, y en consecuencia, de todo tipo de autonomía en materia monetaria, económica y por tanto política. En cuanto tal, esta operación se viene haciendo en paralelo y articulado con la radicalización de la rapiña contra la renta que factores internos y externos vienen haciendo, con la guerra especulativa y de acaparamiento contra los bienes más sensibles de la población y con el cada vez más visible cerco financiero que el gran capital transnacional viene haciendo contra la región y particularmente contra –además de Venezuela- Brasil, Ecuador y Argentina, países que tienen en común el que pese a todas sus ambigüedades han logrado ir a contravía de la tendencia precarizadora global, mejorar la distribución del ingreso pero a la vez acumular importantes reservas, cuyo valor como botín a los ojos de los fondos buitres planetarios y los deficitarios gobiernos del capitalismo central resulta inestimable.[2]  

El tipo de cambio como fetiche

En función de lo anterior, tal y como hemos sostenido en otras oportunidades, en lo más inmediato urge dar la batalla político teórica para contrarrestar en el mundo de las ideas y las psiquis la especulación ideológica que acompaña a la económica. En ese sentido, revisemos de qué va este tema del tipo de cambio «óptimo» con que la burguesía y sus voceros tanto atormentan.

Como se sabe, el tema cambiario por lo general gira en torno al problema del tipo de cambio ideal con respecto a las monedas extranjeras, y de un tiempo a esta parte, específicamente con respecto al dólar, a su vez la principal divisa mundial y moneda de reserva. De allí en adelante, existen múltiples teorías sobre los modos de determinación de los tipos de cambios óptimos entre las cuales no existe consenso (desde la añeja disponibilidad de oro hasta por tamaño de PIB, pasando por el volumen de reservas monetarias, la competitividad, déficit fiscal, etc.) particularmente porque cada una parte de supuesto específicos a menudo irreconciliables.

Ahora bien, cuando pasamos de la teoría a la vida real lo que uno encuentra es que los tipos de cambio se fijan arbitrariamente y no dependiendo de lo que diga tal o cual teoría. A este respecto, lo que parece importar es si se tiene o no el poder para hacerlo, en el sentido de si un país lo puede fijar a conveniencia o le es impuesto y en razón de qué sector nacional o internacional se fija. Lo que la evidencia demuestra es que, según determinaciones que varían con el tiempo, quien ejerce hegemonía en el comercio internacional dicta las normas que rigen a los tipos de cambio que más le convienen. De tal suerte, no se consulta una teoría y luego en razón de ella se elige un tipo de cambio, es al contrario, se elige el tipo de cambio o una política cambiaria y luego se construye la teoría que mejor sirva para justificar dicha escogencia.[3]

El mejor ejemplo de ello es los Estados Unidos. Cuando tras la segunda guerra mundial se impuso lo dispuesto en la conferencia de Bretton Woods en cuanto al dólar como patrón de cambio y la paridad ajustada a la balanza de pagos, se hizo en función no de consideraciones teóricas, sino del papel de los Estados Unidos como potencia emergente. Y cuando se desmanteló dicho sistema en 1971 no se hizo tampoco consensuadamente –ni siquiera bajo la apariencia de consenso que fue Bretton Woods- ni siguiendo lo dispuesto en los manuales de economía, sino de forma unilateral por el gobierno norteamericano y a conveniencia de los sagrados intereses que representa. Así las cosas, en la actualidad, el gobierno norteamericano altamente endeudado y con graves problemas presupuestarios, manipula junto a la FED (la versión norteamericana del Banco Central) su moneda a conveniencia, devaluándola para hacer competitivas sus exportaciones pero, especialmente, para exportar la crisis generada con el crac de 2008, recargando a sus socios y a todo el mundo con los efectos de un desastre causado entre otras razones por su política monetaria. En resumen, los Estados Unidos procura abaratar sus exportaciones encareciendo la de sus competidores, y a la vez, disminuye el tamaño de su deuda mejorando el saldo comercial pero también porque la misma está tasada en dólares. Desde el otro lado del mundo, China –principal tenedor de deuda norteamericana- no está todavía interesa en fortalecer su moneda –el yuan- tal y como dicta el canon teórico (o al menos no revaluándola). Por el contrario, lucha por subir el precio del dólar ya que no le conviene pues vería perder la ventaja comercial que ha sabido aprovechar en las últimas décadas para llegar a donde está. En medio de ambos se encuentra Europa, donde Alemania replica a lo interno lo mismo que Estados Unidos hace a nivel mundial con la diferencia de mantener a los otros miembros de la UE prisioneros del Euro, de manera que por ejemplo Grecia, Italia y España no pueden tomar ninguna medida cambiara autónoma pues su anclaje al Euro se los impide. Según la impoluta teoría del comercio internacional estos países deberían tal vez devaluar para hacerse más competitivos generando así la tan ansiada recuperación económica y cierre de los déficit, pero no lo hacen porque no tienen el poder de hacerlo dentro de los hipotéticos Estados Unidos de Europa, algo que los Estados Unidos de América si puede hacer. En cambio, son obligados a hacer recortes y privatizar, nada de lo cual mejora su situación ni les conviene a la mayoría pero salvaguarda los intereses de Alemania y los bancos acreedores que son los que imponen las políticas.

Todos los países, como decía, más o menos hacen las mismas manipulaciones siempre partiendo del margen de maniobra que tenga, el grado de autonomía y los intereses que busquen garantizar. Esto incluso –y sobre todo- aplica para cuando se dice que el tipo de cambio ideal es determinado por el “libre” mercado. En la vida real, lo que abundan son manipulaciones cambiarias que buscan mantener el precio no a un nebuloso óptimo o precio de equilibrio de mercado sino al precios que le convenga a quien tiene la suficiente fuerza para incidir, manipulaciones que según el contexto puede ser paulatinas y casi imperecederas o abruptas. En este último renglón el caso clásico es el de George Soros contra la libra esterlina en 1992. Pero para ni ir tan lejos veamos el caso argentino actual, extraordinariamente parecido al nuestro y cuyo estudio de parte nuestra merece atención.

De un lado, los exportadores de soja presionan para subir el tipo de cambio de manera de multiplicar en pesos sus ganancias en dólares, y de ñapa, subvertir al gobierno de Cristina Fernández. Entre otras tretas alimentan una demanda de dólares ficticia y crean un mercado negro que, como acá, hace subir el precio de todos los demás bienes. Retienen los dólares que deberían hacer circular por la vía legal creando una escasez igualmente ficticia que se enfrenta contra la demanda ficticia que el Estado debe satisfacer quemando sus reservas. Y luego los derivan al mercado ilegal donde son colocados a un nivel superior al regulado sacando así pingues ganancias.

Sin embargo, como para que no queden dudas del uso y abuso del poder patrimonial como realidad de los mercados capitalistas, la semana pasada en la plaza cambiaria de Buenos Aires una empresa transnacional –la Shell- salió a comprar 3,5 millones de dólares con supuesto destino de importaciones, pagando para ello un sobreprecio cercano a los 4 millones de pesos según el precio promedio del sistema controlado argentino. Desde el punto de vista económico convencional esta operación no tiene sentido pues el sobreprecio pagado por la Shell a la vista de todos y a través de un banco conocido –el HSBC[4]– no lo justificó ninguna compra desesperada en un mercado escaso en divisas (es decir, no había escasez ni alarma de tal al momento de la operación). De hecho, la explicación de la operadora HSBC a los funcionarios del Banco Central argentino es que simplemente ellos recibieron una solicitud de compra a 8,40 pesos cuando el precio marcaba 7,30. El caso es que una vez ejecutada la compra-venta, otros dos bancos: el Citi y el Francés pusieron en las pantallas del sistema donde se cursa una parte de las operaciones diarias pedidos de dólares al mismo precio, que terminaron por convalidar ese valor y provocando una corrida especulativa que obligó al gobierno argentino a devaluar e intervenir las casas de bolsa.[5]

Desde luego nuestro país no escapa de esta condición. El tipo de cambio diga lo que se diga con respecto al nivel de reservas u otras variables macroeconómicas ha sido fijado históricamente de modo arbitrario y a conveniencia de intereses específicos locales, foráneos o una mezcla de ambos. En 1934, se fijó a 3,90 bolívares por dólar y un par de años después a 3,19 bolívares, fecha desde la cual se instaura nuestra célebre “sobrevaluación”. Un año antes los Estados Unidos se había visto obligado a devaluar y el mundo entero en esa época andaba envuelto el la vorágine desatada por el crack del 29. Sin embargo, en medio de aquella tormenta nuestro país mantuvo la paridad con el dólar a través del Convenio Tinoco, redactado por Pedro Tinoco Smith, (entonces ministro del Interior de Gómez y a la vez abogado de las principales transnacionales petroleras y mineras así como representante de los Rockefeller, cargo heredado por su hijo Pedro Tinoco, el “Pedro” de Los Doce Apóstoles, FEDECAMARAS, la Asociación Bancaria, los tinoquitos, el banco Latino, etc.), pero concebido junto a Vicente Lecuna, presidente del Banco de Venezuela y hombre fuerte de la banca de la época. La explicación “teórica” dada para la adopción de la política cambiaria fue sacar el mayor provecho a las transnacionales petroleras obligándolas a pagar la mayor suma posible por los factores de producción, en  este caso el petróleo a través de la renta. Ahora bien, en la práctica Lecuna y Tinoco salvaguardaron los intereses de la banca y el comercio importador interesados en el flujo de la mayor cantidad de dólares para ser destinados a la importación y el atesoramiento tanto dentro como fuera del país. Esto explica porque el capital internacional aparentemente perjudicado por la medida “soberana” al tener que pagar más firmó alegre el convenio: se frustraba cualquier intento de desarrollar una industria nacional, y finalmente, los dólares así como entraban salían para la compra de toda clase de bienes importados desde los Estados Unidos, para lo cual se firmó poco después un convenio de “reciprocidad” comercial.

Durante todo el siglo XX hasta  más o menos finales de los setenta este esquema se mantuvo con sus altas y bajas atendiéndose a los intereses de FEDECAMARAS, VENAMCHAM, etc. Valga recordar que entre estas altas y bajas destacan varios ataques especulativos lanzados por estos mismos sectores, por ejemplo durante la junta de transición del 58 y más tarde cuando Leoni como reacción contra la propuesta de reforma tributaria de manera de disminuir la presión del gasto público sobre la renta petrolera entonces de capa caída. 

Años después, con el desinfle de la burbuja carlosandresista el tipo de cambio y en general la política macroeconómica (como las tasas de interés) se manipuló para favorecer la fuga de capitales bajo la explicación de “enfriar” la economía “recalentada”, hasta febrero de 1983 y el Viernes Negro. Acto seguido, la forma de la devaluación y el esquema montado se diseñaron pensando en salvaguardar los intereses de los bancos y los grandes tenedores de capital, como lo explica la excepción hecha con las deudas de los importadores (principales responsables de la fuga de capitales, pero cuyo tipo de cambio se mantuvo a 4,30 bolívares) y la paulatina absorción del Estado de dicha deuda que a la postre terminó liberándolos de la misma y  cargándosela al país. Durante toda la década de los 80, el tema cambiario sirvió para alimentar la corrupción, la fuga de capitales y su privatización en pocas manos mientras se aplicaba un ajuste profundo y no decretado contra la mayoría nacional. En la época de los noventa, con el neoliberalismo ya definitivamente instalado en el mundo y acá, el tipo de cambio y toda la política económica se uso para favorecer la entrada de los capitales extranjeros mediante la política de privatizaciones, rematando a precio de gallina flaca la empresas públicas, abaratando los salarios y favoreciendo la concentración mediante la absorción de privadas chicas por otras más grandes.

Luego de superadas ese par de décadas siniestras, con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia la política cambiaria comenzó a ser utilizada igual de modo arbitrario solo que con una salvedad muy importante: se le ha utilizado buscando favorecer a la grandes mayorías nacionales, y de hecho, ese ha sido su resultado. Independientemente de las debilidades que presente, las modificaciones que haya que hacérseles y el usufructo que estén haciendo de ella los corruptos y los especuladores, ha sido una política claramente progresista, en primera instancia defensiva en cuanto levantó una barrera ante la fuga de capitales (crónica en los años duros de 2000-2003), pero también como vía para maximizar el excedente petrolero recapturado a su vez luego de las reformas legales de 1999-200 y reorientarlo hacia la inversión social y en general interna. El problema ha sido –además de la corrupción y la manera hábil cómo la burguesía (la vieja y la nueva) logró readaptase a este escenario apropiándose fraudulentamente de la misma- que no ha habido la correspondencia necesaria en la creación de un nuevo aparato productivo que, bajo otras condiciones de producción (otras formas de propiedad no capitalista), desplace al sector privado residual cuya única razón de ser es obtener divisas por la vía más rápida para fugarlas cuando no dedicarlas al gasto suntuario a lo interno, como de hecho lo está y seguirá haciendo. Y de esta no correspondencia hay que acusar sin duda a varias políticas de gobierno por ineficaces, pero no pueden escurrir de ella todos los movimientos y partidos políticos de “izquierda” que lo acompañan, la mayoría de los cuales entre poco y nada han aportado en la materia más allá de una que otra consiga principista.  

En fin, lo que decimos y en lo que insistimos es que buena parte de la polémica actual por el tipo de cambio óptimo es un montaje ideológico con el propósito de empujar una devaluación que terminé por derrotar al bolívar frente al dólar castigando a quienes no tienen dólares (es decir, la mayoría honesta que no se ha sumado a la especulación) y a la mayoría asalariada, mientras se premia a los especuladores y estafadores. Una devaluación de este tipo supondría una claudicación de la política económica y la entrega del país a los designios de las agencias financieras globales con sus ramificaciones internas. Bajo el argumento simplista y falso de crear incentivos al sector productivo haciéndolo competitivo, lo que se busca es premiar al capital especulativo “legal” e “ilegal” así como frustrar cualquier posibilidad de democratización de la economía ni qué decir de transición al socialismo.

Notas:

[1] En un portal web que se presenta como “Sitio Oficial del Presidente (sic) Jaime Lusinchi, se puede leer un artículo de 2006 titulado “El buen gobierno de Jaime Lusinchi” donde realiza una apasionada defensa del gobierno del mismo. Disponible en: http://www.jaimelusinchi.org/pdf/9_Jaime_Lusinchi_por_Mayobre.pdf

[2] En la reciente cumbre de la CELAC realizada en La Habana la presidenta Cristina Fernández planteo abiertamente este punto, el cual fue luego recogido en la declaración final como parte de los esfuerzos por consolidar un sistema financiero alternativo. Valga comentar a este respecto que desde hace rato se viene advirtiendo que el retraso y virtual estancamiento de mecanismos de integración regional como el SUCRE y el Banco del Sur, ha sido leído correctamente por las agencias especulativas globales como una oportunidad para recuperar el terreno perdido y reposicionar la presión de las agencias financieras globales.   

[3] Frente a los actuales ataques especulativos que sufre la economía argentina –que comentaremos más adelante- el ministro de Economía Axel Kicillof decía lo siguiente: “Los mismos que hacen años decían que el peso valía un dólar, son los que dicen que hoy debería valer 13 pesos” La frase expresa con todo rigor nuestro punto de vista. En materia económica, y particularmente cuando de los poderes fácticos se trata, las posiciones y “explicaciones” cambian y se acomodan a conveniencia. Así las cosas, los que en tiempos de neoliberalismo se aferraban a la convertibilidad 1 a 1, ahora son furibundos partidarios de devaluar el peso lo más posible. Ver: http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-238548-2014-01-26.html   

[4] Dado el historial del HBSC tal vez no haya sido casual que la operación se diera a través suyo. Y es que este banco –cuya casa matriz opera en Londres- ha sido investigado por la justicia argentina por legitimación de capitales. A nivel global, HBSC ha sido acusado de encabezar la estafa financiera más grande conocida: la manipulación de la tasa Libor, al tiempo que ha sido objeto de otras múltiples acusaciones por parte incluso del senado norteamericano incluyendo canalización de efectivo de dos de los terroristas del ataque a las torres gemelas

[5] Sobre este tema se recomiendan los siguiente artículos de Página 12: La disputa es por el poder y El precio de la especulación 

3 Respuestas a “Medidas cambiarias y dolarización (II).

  1. Favor publicar en diarios populares como Correo del Irónico y Ciudad Caracas y todos Loa otros de CiudadesSociles. EA digno de colección y debates. Por favor publicar completo él artículo.

  2. Pingback: El plan buitre contra el bolívar y cómo enfrentarlo (1) | sur-versión·

  3. Pingback: EL PLAN BUITRE CONTRA EL BOLÍVAR Y CÓMO ENFRENTARLO (1) | Apuntes365·

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