Si estamos -como efectivamente estamos- en medio de una guerra económica, debemos entonces actuar como tal.

medicina-negocioEn la caracterización que acertadamente el gobierno nacional hizo de la situación de 2013 como de guerra económica, uno de los puntos resaltantes y resaltado por el propio gobierno es el referido al carácter anímico o psicológico de dicha guerra, en el sentido que deliberadamente se provoca pánico, desánimo, desespero e incertidumbre entre la población para crear condiciones que favorezcan la especulación y, adicionalmente, rechazo contra el proceso revolucionario. Esta es una fórmula tan vieja como la especulación misma, solo que adaptada a las urgencias actuales en la medida en que la especulación -como saben muy bien quienes la provocan- se sostiene sobre tres pilares: la ambición, la sumisión y el miedo. La ambición de los comerciantes; la sumisión de los consumidores; y el miedo de ambos.  A través de la especulación el comerciantes se lanza tras los “premios especiales” que llamaba Schumpeter, es decir, las ganancias extraordinarias. Pero también muchas veces lo hacen por miedo o como medida preventiva ante la incertidumbre. Los consumidores, en cambio, actúan y favorecen el juego especulativo por lo general por miedo, y en última instancia, por impotencia. Adam Smith lo explicó claramente: los especuladores trafican con el miedo para comerciar con el pánico.

A lo que voy, es que si el gobierno está claro de esta situación debería -a mi modo de ver al menos- tener el mayor cuidado  posible en el sentido de no reproducir situaciones en medio de las cuales los especuladores y conspiradores se aprovechan. Esta era mi preocupación fundamental cuando se planteó el tema de la gasolina, inoportuno y peligroso no tanto por las posibilidades de un estallido social, sino porque le habilitaba el camino a la derecha para volver con sus lugares comunes e historias floridas sobre el populismo y la «crisis» fiscal, como efectivamente volvieron. Y lo es ahora con la forma en que se han venido manejando los anuncios sobre CADIVI, el SITME y el sistema cambiario en general, donde se notifican decisiones que luego se suspenden o mecanismos y procedimientos que aún no se instrumentarán o no están nada claros, dejando un suspenso en medio del cual los profetas del desastre hacen su agosto especulando con las expectativas del colectivo para especularle los bolsillo luego.

En mi opinión, el principal triunfo del presidente Maduro a finales de 2013 fue ganarse la confianza de la gente–tanto chavista como mucha no chavista- y recuperar la confianza de esa misma gente en la gestión de gobierno revolucionaria, amenazada por el fallecimiento del presidente Chávez y atacada sin cuartel por la derecha. La ofensiva emprendida en noviembre cambió la tortilla, particularmente porque se pudo ver en vivo y directo a través de las cámaras que no eran -como nos chantajeaba el oposicionismo- ni la “pírrica” asignación de dólares, ni los “miserables” márgenes de ganancia de los comerciantes, ni la “horrenda” escasez los causantes del alza alucinada de los precios, sino que eran el acaparamiento criminal, las ganancias (y expectativas) de ganancias obscenas y el tráfico de dólares sumado a la vocación conspirativa. Así las cosas, uno entiende que ellos –el oposicionismo y sus secuaces- quieran volver a la situación de mediados de 2013 con la gente al borde del desespero y el gobierno a la defensiva acorralado por sus argumentos tramposos y terroristas. Pero lo que no se entiende es que nosotros los ayudemos a ello por no tener un poco de más de tino, por así decirlo, en los modos y tiempos de anunciar las cosas, cuanto más que hay que tener presente que está guerra ni la hemos ganado ni ha terminado aún, que durante estos días de “tregua” la derecha se ha venido recomponiendo y que aprovechará cualquier descuido para retomar la ofensiva y que, de hecho, ya lo está haciendo, no solo en el plano material – especulando de nuevo con los precios y acaparando como si nada hubiese pasado- sino también discursivo, tal y como lo demuestra el comunicado de la Polar sobre su supuesto cierre técnico por la “deuda” que según la empresa sostiene CADVI con ella.

No debemos olvidar, por otra parte, que estamos peleando contra una burguesía que no solo tiene acumulado en el exterior al menos unos 500 mil millones de dólares (es decir, más del PIB nacional) producto de décadas de saqueo contra el país, sino que además está aliada con fuerzas externas que, como bien señalan Piña y Zúñiga, están tan dispuesta como ella a seguir conspirando, contando para tal fin con la capacidad de poner en circulación a través de los más diversos vericuetos financieros miles de millones de dólares que desbaratan cualquier mecanismo de mercado impuesto. Y es que entre las varias paradojas siniestras de esta guerra económica se encuentra la de que estamos peleando por «equilibrarnos» con una moneda que no vale absolutamente nada, que circula por el mundo con la única “garantía” que le da ser la moneda de la decadente potencia imperial, que la está devaluando a propósito para exportar su decadencia a nivel mundial para o bien hundir al mundo con ella o reflotar a cuesta del mundo, y que por esa vía pone en mano de los especuladores locales cuanto necesitan para conspirar.

Por otra parte, hay que tener presente lo siguiente: así como hemos dicho que la actual guerra económica es una guerra coyuntural en medio de la guerra larga y originaria de la burguesía contra las mayorías asalariadas, debemos tener presente también que es tan solo un frente local en medio de la guerra global de la plutocracia planetaria contra las grandes mayorías. Las diferencias entre lo que ocurre en Grecia o España contra lo que ocurre en Venezuela tan solo son de forma en lo que respecta a las particularidades de cada país y que, a diferencia de aquellos, en el nuestro el gobierno es aliado de la clase trabajadora y las mayorías asalariada. Pero en el fondo se trata del mismo propósito de imponer las peores condiciones para acelerar la privatización de la riqueza y su concentración en las menos manos posible. Recientemente fue publicado por la ONG OXFAM un  donde, entre otras cosas, se exponen verdades tan crudas como esta: la mitad de la riqueza mundial está concentrada en el en menos del 1% de la población. 85 personas acumulan la misma cantidad de riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, es decir, unas 3 mil millones, desde la “crisis” financiera de 2008-2009 ese 1% más rico ha visto crecer su riqueza mientras el 95% se ha empobrecido aún más.

En dicho informe también se señala que el lugar del mundo que marcha a contravía de dicha tendencia es América Latina. Pero cuando se revisa mejor los datos de la CEPAL y otros organismos mundiales nos damos cuenta que no toda América Latina, sino particularmente en estos países: Venezuela, Ecuador, Argentina, Nicaragua, Uruguay. Otros países como Colombia, México y Chile siguen envueltos en la tendencia precarizadora, particularmente México donde las reformas de la plutocracia representada circunstancialmente por Peña Nieto está rematando el país al gran capital mundial. Para profundizar ese proceso los Estados Unidos está armando con mucha paciencia un área de libre  comercio subregional denominada “la alianza transpacífico”, que garantizaría la sumisión definitiva de dichos países a la plutocracia global. Ahora bien, pero como en el caso de los primeros señalados esa estrategia fue derrotada en 2005 en la llamada Batalla de Mar de Plata, la vía aplicada desde entonces ha sido otra: sabotear la economía, especular contra sus monedas, poner restricciones a nivel interno que haga no solo arrodillarlos ante los organismos internacionales en busca de financiamiento, sino dividirlos bajo la estrategia del desespero. No es casual que excepto en el caso del ALBA y Petrocaribe las otras estrategias regionales de integración en materia económica –Banco del Sur, SUCRE- continúen en una especie de limbo diplomático. Y no es casual que desde 2006 tanto Argentina como Venezuela, los dos países que orquestaron la derrota del ALCA con los presidentes  Hugo Chávez y Néstor Kirchner a la cabeza, deban enfrentar implacables y constantes ataques especulativos contra sus monedas y en general contra sus economías generándose fuga de capitales, especulación cambiaria y un alza “irracional” de los precios. Basta leer cualquier diario argentino para darse cuenta que la guerra que estamos enfrentando aquí también la enfrenta allá casi idéntica.

En cualquier caso, sobre lo que quería llamar la atención es que no podemos perder de vista -insisto- a qué nos estamos enfrentando. No estamos intentando arreglar un mercado momentáneamente perturbado por un par de malas decisiones o un afán de lucro desmedido e irresponsable de unos pocos: estamos enfrentando a unas fuerzas muy poderosas que son capaces de usar cualquier recurso para imponer sus condiciones. Pero no por ello son invencibles ni tenemos que bajar la cabeza. El presidente Maduro en su extraordinario discurso del 08 de octubre  pasado, lo expresó muy claramente utilizando una cita del italiano Giorgio Agambem: el poder financiero especulativo, la plutocracia, secuestra por completo la fe y el futuro, el tiempo y la esperanza y busca para ello hacer desaparecer la política, volverla imposible. Como dijimos al inicio, la valiente ofensiva de noviembre rescató para las mayorías la iniciativa y desnudó a varios de los reyes y príncipes (y reinas y princesas) de la plutocracia nacional transnacionalizada. No podemos dejar ahora que vengan sus técnicos a envolvernos nuevamente con sus soluciones de mercado, cuanto más que la historia reciente nos ha demostrado que cualquier concesión nuestra en ese campo es interpretada por ellos como debilidad y nos la hacen pagar caro. Debemos avanzar en la línea trazada. No dejar que secuestren y jueguen con el bolsillo, futuro, la vida y la salud mental  de las mayoría como lo venían haciendo y como procuran volverlo a hacer. No dejar que corrompan a la mayoría poniéndola a buscar dólares migajas para encubrir su gran saqueo multimillonario. A los especuladores-conspiradores y corruptos hay que enfrentarlos con dureza. Y a la gran mayoría brindarle seguridad y garantías para que no se dejen arrastrar a la emboscada de los malandros de  cuello blanco.

3 Respuestas a “Si estamos -como efectivamente estamos- en medio de una guerra económica, debemos entonces actuar como tal.

  1. estamos enfrentando a unas fuerzas muy poderosas que son capaces de usar cualquier recurso para imponer sus condiciones. Pero no por ello son invencibles ni tenemos que bajar la cabeza. Luis Salas

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